MIS TESOROS
viernes, 5 de junio de 2020
lunes, 30 de marzo de 2020
Nuestra sierra en primavera
En una obra inédita, titulada
"Repentes", del que soy autora, me he reencontrado con una singular
prosa poética que, modestia aparte, me ha sorprendido por su ingenua y profunda
belleza. En uno de sus párrafos dice así:
"Mamá, ¿yo estoy hecha de repentes? De
repente, Dios; de repente, nada. De repente, odio; de repente, amor. De
repente, el día; de repente, la noche... ¿Qué hay detrás del espejo, mamá? Me
da miedo mirarme. ¿Y si al cruzarlo caigo en un precipicio? ¿A qué huelen los
sueños mamá? Yo quiero ser aquella niña que se tragó una estrella para dar
brillo a su corazón, etc"Esta mañana de niebla, desde
mi terraza, sólo las farolas en un rescoldo de luz. Mis
pensamientos se han eclipsado en un crecer de sensaciones que más bien era un
recorrer horizontes de soledad y silencios. De repente, nada. De repente casi
hastío de tantas mezquindades humanas.
De repente, la muerte, sí, la muerte como liberación de esta hoc de niebla que
agarrota mi garganta. De repente, majestuoso,
rojo rojo, bellísimo, un capullo en el rosal de mi terraza, contrastando
con el blanco denso de la niebla. y con
el negro, negro de mis reflexiones.En un vertiginoso vaivén de repentes, como si el brillo de una estrella
se hubiera instalado en mi corazón, las rosas se me han multiplicado, porque
florecen en todas las estaciones, porque están ahí, cuando la mirada desnuda de
miedos, de intereses, de egoísmos... se eleva por encima del torrente que es la
vida y los acontecimientos que en ella rotulamos los seres humanos, florece la bella
rosa de la esperanza ycaemos en la cuenta de que ha vuelto, y somos, primavera.
viernes, 5 de julio de 2019
El espantapájaros
Buenos y felices días, amigos: hoy quiero empezar a escribir o transcribir textos amenos y relajantes que voy a titular "Lecturas de Verano". Espero os gusten.
EL ESPANTAPÁJAROS
Hoy he vuelto a ver un espantapájaros. Estaba en medio del lechugar del huerto de Lorencito. Era gracioso. Parecía un hombre de verdad, un hombre de palo: brazos erectos como si fueran aspas de una maltrecha cruz. Viejo sombrero de paja, que le caía tapándole un siniestro e inexistente rostro. Bufanda de cuadros rechinantes, que le llegaba hasta el suelo, y una haraposa chaqueta panda como la de un viejo payaso.
Había silencio en el huerto. Sólo el ruido del agua, al caer por los arcaduces de una noria chiquita que, lentamente, movía un borriquillo, dando vueltas con los ojos vendados. Resultaba agradable el olor de la tierra mojada por el riego de aquellos finos chorros de agua que corrían por los surcos.
Se notaba, en un preludio de primavera, el verdor de la hierba y el largo y anaranjado cielo de los atardeceres. Unos gorriones piaban inquietos en los cables del teléfono, en los árboles frutales, en los postes de la luz. Recelosos, no se fiaban de bajar al lechugar. Parecía como si todos a la vez, mirando al espantapájaros, se comunicaran: ¡cuidado! ¡Hay un hombre!
Si yo hubiese sido gorrión, también habría sentido miedo del hombrachón del sombrero: del espantapájaros.
Si los pájaros me hubiesen entendido, yo les habría gritado: ¡Si sólo es un palo vestido! ¡No temáis! ¡Podéis bajar tranquilos!
¡Cuántos "palos vestidos" andan por el mundo!, y ¿por qué a veces sentimos tanto miedo de ellos? No, no son gigantes. Su poder es tan efímero que un soplo de viento puede abatirlo. No obstante, ahí están: ¡Pobres demonios, olvidados de su careta y provisionalidad!
EL ESPANTAPÁJAROS
Hoy he vuelto a ver un espantapájaros. Estaba en medio del lechugar del huerto de Lorencito. Era gracioso. Parecía un hombre de verdad, un hombre de palo: brazos erectos como si fueran aspas de una maltrecha cruz. Viejo sombrero de paja, que le caía tapándole un siniestro e inexistente rostro. Bufanda de cuadros rechinantes, que le llegaba hasta el suelo, y una haraposa chaqueta panda como la de un viejo payaso.
Había silencio en el huerto. Sólo el ruido del agua, al caer por los arcaduces de una noria chiquita que, lentamente, movía un borriquillo, dando vueltas con los ojos vendados. Resultaba agradable el olor de la tierra mojada por el riego de aquellos finos chorros de agua que corrían por los surcos.
Se notaba, en un preludio de primavera, el verdor de la hierba y el largo y anaranjado cielo de los atardeceres. Unos gorriones piaban inquietos en los cables del teléfono, en los árboles frutales, en los postes de la luz. Recelosos, no se fiaban de bajar al lechugar. Parecía como si todos a la vez, mirando al espantapájaros, se comunicaran: ¡cuidado! ¡Hay un hombre!
Si yo hubiese sido gorrión, también habría sentido miedo del hombrachón del sombrero: del espantapájaros.
Si los pájaros me hubiesen entendido, yo les habría gritado: ¡Si sólo es un palo vestido! ¡No temáis! ¡Podéis bajar tranquilos!
¡Cuántos "palos vestidos" andan por el mundo!, y ¿por qué a veces sentimos tanto miedo de ellos? No, no son gigantes. Su poder es tan efímero que un soplo de viento puede abatirlo. No obstante, ahí están: ¡Pobres demonios, olvidados de su careta y provisionalidad!
martes, 2 de julio de 2019
Carta a mis hijos
Para que nunca olvideis que un día fuisteis niños
DIARIO
CÓRDOBA / OPINÓN
CARTAS AL
VIENTO
Queridos
hijos
02/07/2019
En la madrugada de cada día, vosotros, hijos, primero,
hijos y nietos, después, mi mejor obra, estáis presentes, aquí, en esta
vuestra casa, como los niños que fuisteis, con vuestros juegos, peleíllas,
curiosidades, intereses, estudios, problemas... También como los adultos que
sois, hoy.
Os veo y un pensamiento me palpita en el alma: sí, tendréis que
madurar y ser sabios, a fuerza de golpes que casi siempre son duros para el
que los recibe, si bien, no solo duros, sino nocivos y germen de infelicidad
para quiénes los propician. Y es que los seres humanos, en general, se
olvidan de su provisionalidad y buscan, ansían, a cualquier precio, el poder,
el protagonismo, ahogando, en su absurda escalada, cualquier valor superior
que pueda ensombrecer su mediocre actuación en este gran teatro que es la
existencia.
De ahí que la mejor manera de alertaros, sobre tales usurpadores,
por si en algo podéis sacarle ventaja, sea ésta obra que hoy, con todo mi
amor, os quiero regalar, sí, esta sencilla obra de cartas, escritas al hilo
de los acontecimientos que vamos compartiendo y al hilo de lo que voy aprendiendo
de mi ya largo rodar, sacudida siempre por una corriente que, no obstante,
jamás logró arrastrarme, porque, en mi debilidad, tuve coraje de ser roca
que, golpeada duramente, solo fuera demolida por el inevitable oleaje del
mar; jamás por el chantaje, la mentira, la adulación…
No le tengáis miedo a
nada, ni tan siquiera a la muerte, si habéis vivido como lo que sois: seres
humanos. Tended vuestras manos a quienes las necesiten, sin mirar el color de
su piel o el nombre que ondea en su frente. Miradlos, sí, a los ojos y
encontraréis indescriptibles misterios: estáis en ellos y también aquel con
el que todos fuimos timbrados al nacer: vida y muerte.
Vuestra madre, un día
ya muy lejano, se miró en el espejo de otro ser humano, y eligió, como arma
para andar por la vida, amor para todos.
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sábado, 15 de junio de 2019
Querido nieto Javier
Delante de mí,
querido nieto, tengo tu foto de joven guapo, cariñoso, decidido, valiente...
que desde hace años tienes un sueño: subir un día a los escenarios como gran
profesional del cine y teatro. Para ello, empezaste, contra muchas voluntades,
a estudiar Arte Dramático, aquí, en Córdoba, pero pronto comprendiste que
tenías que dar un gran salto para conocer otros mundos, otras gentes, para
lograr apertura, autonomía, para afianzar tu personalidad en tiempos tan
complicados para abrirse cualquier camino de futuro.
Mirando tu
foto, recuerdo una anécdota de tu infancia que nuca he podido olvidar. Fue un
día de verano que llegué a tu piso mareada. Me dejé caer en un sillón, mientras
tu madre, me preparaba un ligero desayuno. Allí, en medio del salón estabas tú,
con casi dos añitos, sentado en una manta y rodeado de cochecitos. Te quedaste
mirándome y en unos minutos te oí decir: toma abuela las pilas de mi coche y te
las pones tú.
Jamás, lindo
mío, hubiera encontrado mejor remedio para todos los males del mundo:
generosidad y amor. ¡Cómo te abracé! Nunca, nunca podre olvidar aquel gesto de
un niño que hoy, tras veintidós años después, vuela lejos tras un sueño que
esta abuela materializó en sus teatros con niños y mayores por los pueblos de
nuestra Andalucía.
Los
sueños, vida mía, son como telones que hay que ir recorriendo con el riesgo de
encontrar la nada o la satisfacción de encontrar una mano, pero siempre hay que
seguir. Mi sueño, un día, lo sabes: ser maestra y ser escritora. ¡Cuántos
escollos, tropiezos, envidias, desengaños, esfuerzos, etc!. pero al final, si
no te rindes, un día te alzarás con la antorcha del gran triunfo personal que
es lo único que te valdrá, porque el aplauso más verdadero y auténtico será el
que te des a ti mismo.
Por eso, vuela alto, que nada ni nadie te contamine, te desvíe, te haga descender... ¡Tu estrella!, no la pierdas de vista que ella te guiará hasta el final y si en algún momento te sientes desfallecer, piensa que la abuela conserva aquellas mágicas pilas de tu cochecito que me hicieron casi resucitar y que esté dónde esté, cuenta con ellas que te las llevaré.
Por eso, vuela alto, que nada ni nadie te contamine, te desvíe, te haga descender... ¡Tu estrella!, no la pierdas de vista que ella te guiará hasta el final y si en algún momento te sientes desfallecer, piensa que la abuela conserva aquellas mágicas pilas de tu cochecito que me hicieron casi resucitar y que esté dónde esté, cuenta con ellas que te las llevaré.
Te quiero
muchísimo y mi mayor deseo es que aterrices y sigas siendo el joven austero,
complaciente, reflexivo que has sido siempre. Un beso que te dure toda la
espesa y larga andadura que te espera y que te renovaré cada día, mi lindo y
querido Javier
lunes, 13 de mayo de 2019
Padecemos "ciática"
En este repentino calor, miremos el freco volar de las gaviotas
DIARIO CÓRDOBA / OPINIÓN
ISABELAGÜERA
Hace unos años sufrí una ciática de lo peor. No encontraba lugar
dónde sentarme y estar medio cómoda. Hasta cinco sillones se me juntaron en el
salón, más dos tresillos. Mis hijos, cojines por aquí, cojines y almohadas por
allá, pero nada: más alto, más bajo, más derecho, menos ancho, etc. No había
forma de estar sentada. Pero aquello pasó y de pronto caí en la cuenta de que
todos los sillones me sobraban: no eran los sillones los que estaban mal, era
yo.
Y me sirvió de reflexión porque, con toda normalidad creemos, y
así lo expresamos, que está mal todo lo que nos rodea, y todo nos molesta, y lo
criticamos y encontramos culpables, como encontraba yo defectos en cientos de
sillones. No, no siempre es así: somos nosotros los que sufrimos «ciática» o
algo parecido que nos suelta la lengua y cruzados de brazos exigimos soluciones
caídas del cielo.
O sea, no es el mundo que nos rodea el que está mal: somos
nosotros todos y cada uno, de forma que vayamos donde vayamos, hagamos lo que
hagamos, mientras no tomemos las riendas de nuestra vida y le demos el giro
necesario, ningún «sillón» nos va a resultar cómodo, nada nos va a mejorar por
arte de magia, de lugar o de personas, porque no son los lugares, la gente que
nos rodea la que tiene que reformarse, somos nosotros los que tenemos, individualmente,
que corregirnos, renovarnos para que nos sintamos cómodos en el «trono» de la
vida. Todo el mundo piensa que hay que cambiar el mundo, pero cuando pensamos
en clave mundial, se nos antoja algo tan lejano y gigantesco a lo que nunca
podríamos llegar con nuestros minúsculos esfuerzos.
Existen, no obstante, micro mundos que nos cercan y que ni tan
siquiera vemos, ni tan siquiera conocemos o, sencillamente, miramos para otro
lado. Cuando tenemos la oportunidad de mejorarnos o de mejorar cualquier situación
-pobreza, injusticia, empatía, ayuda, etc-, y no lo hacemos, estamos mal gastando
nuestro tiempo en la tierra, buscando, sin encontrar, dónde aposentarnos
cómodamente; padecemos «ciática».
Si algo no te gusta, cámbialo. Si no lo logras, cambia tu actitud. -Maya Angelou, polifacética estadounidense-.
Carta a mi hijo Ramón
Mi querido hijo: Anoche me hiciste vivir uno de
los días más felices de mi vida. Siempre supe de tus muchos valores y
capacidades, pero la verdad es que has llegado pronto muy lejos. Sí, por fin, a
base de mucho trabajo en horas extras, de mucha constancia y sobre todo
creatividad e ilusión, pudiste presentar tu obra Carruajes en el Alcázar de los
Reyes Cristianos, una preciosa obra derroche de grandes fotografías en
color y de interesante información compartida con tu compañero Pineda. ¡Qué
palabras las del excelentísimo señor Alcalde de Córdoba y las del Director del
Diario Córdoba, donde tantos años y con tanta profesionalidad llevas
trabajando! Te miraba y veía sentado allí, rodeado de autoridades,
de tanta gente como te quiere, como te queremos y que llenábamos el
precioso salón de mosaicos del nuestro Alcázar de los Reyes Cristianos, y
una especie de moviola me llevaba a tus años de niño en una escuela que no era
ni para ti ni para mí, ni para niños que, con una mente no alienada
a métodos tradicionales, resultaban molestos para maestros que solo manejaban
tallas generales sin tener en cuenta, para nada, la individualidad y capacidad
de alumnos que, desde muy pequeñitos, apuntaban a un cambio radical en la
enseñanza.
Pero tus valores, no obstante, prevalecieron en otros ámbitos y, prácticamente, como autodidacta, elegiste tu camino por el que, paso a paso, con la antorcha de la creatividad siempre en alto sin dejarla decaer ni un solo instantes, llegaste, hace tiempo, lejos, muy lejos. Importantes premios nacionales de fotografía, premios internacionales de Infografías en el Diario Córdoba y hoy, tras un largo etcétera, con esta maravillosa obra que, sin pasión alguna, reconozco que nos has sorprendido a todos, mi felicidad no tiene nombre.
Mi querido, queridísimo hijo: En la dedicatoria de esta obra dices: Gracias a mis padres, Mariano e Isabel, pero sobre todo, gracias a mi madre que me supo educar en valores como la creatividad y motivación. ¡Claro que lloré y vuelvo a emocionarme cada vez que leo estas palabras o las oigo, de nuevo, el día de la presentación! Era mi fe en ti desde que empezaste a dar los primeros pasos, aunque confieso que no pensé jamás que fueras consciente de ello.
Por eso, hoy, quiero decirte algo: Si es cierto que siempre te estimulé y valoré, el gran mérito es tuyo que supiste levantar vuelo y dejar atrás, sin complejos, sin prejuicios, los aparentes y grandes futuros que corrían y corren por esta sociedad en la que los “títulos” parecen ser la panacea que nos aupará a la gloria. Tú, con trabajo, sueños y apuntado siempre alto, has logrado el mayor título que puede ostentar un ser humano: el de la autoestima y felicidad del esfuerzo sin apearse de la humildad y sencillez que siempre te ha caracterizado.
Soy, yo, pues, la que tengo que felicitarte, la que tengo que sentirme agradecida por tantos momentos de íntima felicidad como me haces vivir. No me cabe la menor duda que papá, esté dónde esté, también te mira y sonríe orgulloso.
Y no puedo pasar por alto, la aportación de tu hermana Isabel María, como colofón de aquella preciosa presentación: poesías de las que es autora y cuadro flamenco que nos colmó de magia andaluza.
Y nada más. Creo que ya vas sabiendo cuánto te quiere tu madre.
Pero tus valores, no obstante, prevalecieron en otros ámbitos y, prácticamente, como autodidacta, elegiste tu camino por el que, paso a paso, con la antorcha de la creatividad siempre en alto sin dejarla decaer ni un solo instantes, llegaste, hace tiempo, lejos, muy lejos. Importantes premios nacionales de fotografía, premios internacionales de Infografías en el Diario Córdoba y hoy, tras un largo etcétera, con esta maravillosa obra que, sin pasión alguna, reconozco que nos has sorprendido a todos, mi felicidad no tiene nombre.
Mi querido, queridísimo hijo: En la dedicatoria de esta obra dices: Gracias a mis padres, Mariano e Isabel, pero sobre todo, gracias a mi madre que me supo educar en valores como la creatividad y motivación. ¡Claro que lloré y vuelvo a emocionarme cada vez que leo estas palabras o las oigo, de nuevo, el día de la presentación! Era mi fe en ti desde que empezaste a dar los primeros pasos, aunque confieso que no pensé jamás que fueras consciente de ello.
Por eso, hoy, quiero decirte algo: Si es cierto que siempre te estimulé y valoré, el gran mérito es tuyo que supiste levantar vuelo y dejar atrás, sin complejos, sin prejuicios, los aparentes y grandes futuros que corrían y corren por esta sociedad en la que los “títulos” parecen ser la panacea que nos aupará a la gloria. Tú, con trabajo, sueños y apuntado siempre alto, has logrado el mayor título que puede ostentar un ser humano: el de la autoestima y felicidad del esfuerzo sin apearse de la humildad y sencillez que siempre te ha caracterizado.
Soy, yo, pues, la que tengo que felicitarte, la que tengo que sentirme agradecida por tantos momentos de íntima felicidad como me haces vivir. No me cabe la menor duda que papá, esté dónde esté, también te mira y sonríe orgulloso.
Y no puedo pasar por alto, la aportación de tu hermana Isabel María, como colofón de aquella preciosa presentación: poesías de las que es autora y cuadro flamenco que nos colmó de magia andaluza.
Y nada más. Creo que ya vas sabiendo cuánto te quiere tu madre.
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