Queridos hijos:
Cuando era niña, uno de mis escondites favoritos era el palomar de mi casa, una torreta donde la pava clueca
incubaba y donde la gata romana escondía sus crías entre somieres viejos y
tarimas apolilladas.
Allí, sentada
en una prosaica canasta de retales, pasaba las horas observando cómo por las
cuadrículas de los ventanales pasaban las nubes, se ponía el sol, salía la
luna... De todo aquello, aprendí algo:
no existe un día cualquiera, de igual forma que no existe un ser humano
cualquiera. Cada hora, cada momento...
es único, irrepetible
Y es que,
mientras haya tiempo, no podemos sumirnos en el desaliento, arrastrando como
lúgubres y deprimentes aquellas rutinas que nos son cotidianas.
Desde cualquier
lugar, a cualquier hora existe la maravillosa posibilidad de poder tomar y
escuchar el pulso de la vida que palpita a nuestro alrededor y extraer de esos latidos el néctar preciso
para hacernos receptivos a las pequeñas cosas que singularizan cada día de
nuestra existencia, huyendo así de
vulgaridades y estridencias de muerte y capacitándonos para apreciar y valorar la unicidad de los instantes.
No, no existe
un día cualquiera, un día en blanco en
la corta historia de nuestra biografía. La vida es el agridulce de una
sucesión de momentos que, en cadena, y en el repente de un flsh nos ilumina, a
fin de que vayamos troquelando el camino que conduce hacia nosotros mismos. Tan
sólo disponemos de este día, de este momento, ¿por qué no vivirlo con la
exquisitez de lo efímero y no obstante
transcendente?
Hoy, martes santo del 2015, hoy, cuando ya empiezo a sentirme mejor de mi operación, hoy, un día más con la
esperaza de oír a un amigo, hoy, un
fuerte dolor todavía, hoy, un merecido homenaje a mi Ramón, hoy, preciosa CD que me manda un amigo; hoy,
la muerte de la madre de un amigo, hoy, ¿un día cualquiera?
Tal vez mis reflexiones
sean una utopía, pero si logro conectar
con un sólo ser humano, habré logrado añadir algo importante a este día que de
ninguna manera será uno más, porque, desde que amaneció, le coloqué el rótulo
de “día especial”.
Y como tal
quiero vivirlo y quiero que viváis cada día de vuestra existencia.