MIS TESOROS

MIS TESOROS
ISA, RAMÓN Y BELÉN

sábado, 26 de julio de 2014

Amaneceres



Madrugo, sí madrugo, ya lo sabéis, queridos hijos.
Quiero ser testigo de la creciente luz del alba que, calma, se dibuja por el horizonte, cada día.
Quiero que los primeros rayos de sol me calen, me iluminen posibles oscuridades, allá en el fondo del alma.
Quiero ser testigo, cada día, de la serena hora en la que, lentamente, desciende el sol, y la tierra, irisada de arreboles, se torna sombras y noche.
Quiero, en cuerpo y alma, llenarme de soles, estrellas, amaneceres y ocasos, mientras escucho música catedralicia que me eleva a la divina dimensión de la trascendencia divina.
Quiero ser testigo de cómo llega la vida y de cómo, sobre todo, pasa.
Y todos con ella.

jueves, 24 de julio de 2014

Crónica del nacimiento de mi hijo



Mi querido hijo: A estas horas –nueve de la mañana- nacías un día que jamás será para mí un dia más, un día cualquiera. ¡Qué emoción, cuando  medio dormida por la anestesia, oí que papá me decía al oído: ¡Un niño, un niño precioso! Y te oí llorar, primero y después, con gran esfuerzo abrí los ojos; me urgía ver tu carita y besarte, abrazarte.
Fue una noche larga aquella que precedió a tu nacimiento. Vivíamos  por entonces, en un piso alquilado de la Avenida Parque. Era muy pequeño y hacía un calor terrible. Empecé a sentir los avisos de tu llegada, pero no dije nada. Me levanté y en una mecedora de lona, pasé la noche. Por cierto, se produjo en breve temblor de tierra que, después, nadie creía, pero sí, fue  tal. Las cuatro cosillas de un mueble que  estaba frente a mí no solo se movieron, sino que algunas se cayeron y yo percibí el temblor bajo mis pies.
Alrededor de las ocho y media, no pudiendo soportar los dolores, me acerqué al dormitorio donde dormían mis padres, que aguardaban allí, desde hacía días tu llegada. Mamá –dije desde la puerta-. Creo que tengo que irme;  llevo toda la noche con dolores y ya no los puedo resistir más. Seguir acostados –el abuelo estaba enfermo desde hacía tiempo-, que me voy con Mariano, La niña; cuidad bien de ella. Que desayune, que se lave, etc. También estaba con  nosotros la tita Mari que, en realidad, era la que se iba a hacer cargo de Isabel María-
Y fue todo tan rápido que me entraron directamente al quirófano. No tenía que haber esperado tanto -dijo el médico-. El niño ya está aquí.
En aquellos años no se podía saber con antelación si iba a ser niño o niña, pero en el fondo, si bien es verdad que me daba igual, deseaba un varón, puesto que ya tenía a tu hermana. Por eso mi alegría  fue doblemente inmensa: ¡Por fin mi niño estaba en el mundo! Eras enteramente un angelito: precioso de carita y  más bueno, imposible. Desde el instante que  pude verte, no te solté de la manita ni en los día ni en las noches, de forma que te acostumbraste a dormir agarrado a mi mano hasta que fuiste un medio hombrecito.
Hoy, día de tu cumpleaños, aunque  creo que lo sabes, quiero repetirte, ¡cuánta felicidad para papá y para mí fue tu llegada a este mundo! Los abuelos, la tita Mari que siempre estaba cerca, también celebraron tu nacimiento. Fuiste siempre un niño muy especial, delicado,  observador, cariñoso… En fin, que me sigo emocionando al recordar  ese momento infinitamente maravilloso de tu nacimiento y, que hoy por hoy, tu mano es mi mayor seguridad, como lo fue la mía en tu infancia. Y sé que cuento con ella y es por eso que  no solo te felicito sino que vuelvo a dar gracias a Dios y a la vida por este especial día para mí. Muchos, muchos besos para ti que eres el mejor de los hijos. Tu madre























sábado, 19 de julio de 2014

Crepúsculo


Queridos hijos: Ayer tarde me extasíe en la contemplación de este bello crepúsculo y me dije: Por negro que pueda parecer el amanecer,  al fin  el sol, al despedirse, nos deja luz de su paso por la tierra.
¿Entendéis? Yo creo que sí. 

viernes, 11 de julio de 2014

Queridos hijos: Este amanecer de luna llena me ha situado al límite de la eternidad. 
¡Qué belleza! Solo hace falta mirar y ver. 
¡Ojalá tengáis siempre  ojos para las maravillas que nos regala la vida 
y que puede que no sean, precisamente, las que deseamos.
No hay más, queridos hijos; no las dejéis pasar.