MIS TESOROS

MIS TESOROS
ISA, RAMÓN Y BELÉN

jueves, 30 de enero de 2014

Carta a mi hijo


¡Qué cosita más linda, mi Ramón!


Mi querido hijo: Hace años, me comentabas un día: A lo único que le tengo miedo es a la vejez.  Mi respuesta, fruto de ir pasando decena tras decena de años, no fue otra que el convencimiento absoluto de que no hay almanaque alguno  que nos pueda pasar factura de la edad. Crecemos, nos hacemos mayores sin que dentro de nosotros ocurran demasiadas cosas por las cuales nos podamos definir  como mayores.
Cuando hablamos de los mayores, creo que somos inexactos o, al menos, pueriles al intentar eludir o  suavizar el innegable adjetivo viejo con todas las connotaciones negativas que tal apelativo conlleva. Los mayores, que los somos en casi  totalidad,  mientras seamos útiles, autónomos, capaces de irradiar ilusión, competentes y profundos para crear momentos felices, no  somos viejos, aunque los seres humanos no lo llegamos a ser nunca. Viejos son los muebles, las ropas, los zapatos...
El auténtico drama,  es  el que vive el ser humano en la edad última, edad en la que ya, entre todos, le hacemos creer que no sirve para nada, circunstancias y edad en la que las enfermedades, las limitaciones, son tal problema para los hijos, y también para nietos mayores,  que pueden llegar a "desesperar", hasta extremos tales -yo lo he presenciado- gritar y maltratar a abuelos por el mero hecho de no ser capaces de bajar un escalón.  
Pero este calvario no es  privativo de años cumplidos. ¡Ni mucho menos! Cualquier edad es buena para que un derramen cerebral, pongo por caso, deje impedido, mutilado y viejo a un joven.
Es por eso, hijo, que no debes temer a los años, a la vejez. Témele, eso sí, al desamor,  sobre todo, evidente en soledad y olvidos que remiten al anciano a sus recuerdos e incapacidades.
No obstante, si estamos rodeados de  comprensión, ternura y amor,  puede que esos difíciles días sean  algo así como vivir con humildad la necesidad de que nos aúpen entre dos para dar un "salto", pero no olvides esto: todos, niños, jóvenes, adultos  y mayores o viejos, como tú los llamas, mientras estamos en este mundo, sea como sea, algo nos queda por hacer, aunque solo sea sonreír o simplemente estar. Cuando murió mi padre, que llevaba años con grandes ausencias e incapacidades, aquel su sillón  tan vacío, era todo un discurso, un ejemplo de vida  que, constantemente me hablaba de tantas y tantas cosas…
Pero en tanto llega ese día, vive el presente en plenitud, feliz, amándote y amando. Lo que hoy siembres, mañana recogerás. No lo dudes.
Y una mano lista siempre para el viejo que  necesite bajar un "escalón" sin tropezar.
Sé que lo haces y lo harás siempre así, porque eres un gran hijo, inteligente, responsable y reflexivo. No le tengas miedo a los años; tan solo son  fantasmitas que nos quiere asustar.Te quiere muchísimo tu madre.

martes, 28 de enero de 2014

Postales para mis hijos - I -



Más que por los años, nos hacemos viejos,  a medida que  la soledad y el olvido siegan ilusiones y nos remiten a los nostálgicos recuerdos de lo que fuimos y tuvimos. 
Recordad, pues, queridos hijos, que, por lo general, los mayores, los viejos  no los hacen tanto los años como podemos hacerlos nosotros.
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 El verdadero amigo es el que adivina la soledad del amigo y siguiendo sus huellas, lo busca, lo  encuentra, lo acompaña..
No dejaos, pues, engañar por los que buscan su interés, más que vuestra amistad.
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Tened siempre a mano una florecilla que poder regalar. No importa su tamaño ni color. 

Importa, y mucho, lo gratificante que pueda ser para un ser humano que no tenga “nada”.