MIS TESOROS

MIS TESOROS
ISA, RAMÓN Y BELÉN

lunes, 13 de mayo de 2019

Padecemos "ciática"



En este repentino calor, miremos el freco volar de las gaviotas


DIARIO CÓRDOBA / OPINIÓN
ISABELAGÜERA
Hace unos años sufrí una ciática de lo peor. No encontraba lugar dónde sentarme y estar medio cómoda. Hasta cinco sillones se me juntaron en el salón, más dos tresillos. Mis hijos, cojines por aquí, cojines y almohadas por allá, pero nada: más alto, más bajo, más derecho, menos ancho, etc. No había forma de estar sentada. Pero aquello pasó y de pronto caí en la cuenta de que todos los sillones me sobraban: no eran los sillones los que estaban mal, era yo.
Y me sirvió de reflexión porque, con toda normalidad creemos, y así lo expresamos, que está mal todo lo que nos rodea, y todo nos molesta, y lo criticamos y encontramos culpables, como encontraba yo defectos en cientos de sillones. No, no siempre es así: somos nosotros los que sufrimos «ciática» o algo parecido que nos suelta la lengua y cruzados de brazos exigimos soluciones caídas del cielo.
O sea, no es el mundo que nos rodea el que está mal: somos nosotros todos y cada uno, de forma que vayamos donde vayamos, hagamos lo que hagamos, mientras no tomemos las riendas de nuestra vida y le demos el giro necesario, ningún «sillón» nos va a resultar cómodo, nada nos va a mejorar por arte de magia, de lugar o de personas, porque no son los lugares, la gente que nos rodea la que tiene que reformarse, somos nosotros los que tenemos, individualmente, que corregirnos, renovarnos para que nos sintamos cómodos en el «trono» de la vida. Todo el mundo piensa que hay que cambiar el mundo, pero cuando pensamos en clave mundial, se nos antoja algo tan lejano y gigantesco a lo que nunca podríamos llegar con nuestros minúsculos esfuerzos.

Existen, no obstante, micro mundos que nos cercan y que ni tan siquiera vemos, ni tan siquiera conocemos o, sencillamente, miramos para otro lado. Cuando tenemos la oportunidad de mejorarnos o de mejorar cualquier situación -pobreza, injusticia, empatía, ayuda, etc-, y no lo hacemos, estamos mal gastando nuestro tiempo en la tierra, buscando, sin encontrar, dónde aposentarnos cómodamente; padecemos «ciática».

Si algo no te gusta, cámbialo. Si no lo logras, cambia tu actitud. -Maya Angelou, polifacética estadounidense-.


Carta a mi hijo Ramón



Mi querido hijo: Anoche me hiciste vivir uno de los días más felices de mi vida. Siempre  supe de tus muchos valores y capacidades, pero la verdad es que has llegado pronto muy lejos. Sí, por fin, a base de mucho trabajo en horas extras, de mucha constancia y sobre todo creatividad e ilusión, pudiste presentar tu obra Carruajes en el Alcázar de los Reyes Cristianos, una preciosa obra derroche de grandes  fotografías en color y de interesante información compartida con tu compañero Pineda. ¡Qué palabras las del excelentísimo señor Alcalde de Córdoba y las del Director del Diario Córdoba, donde  tantos años y con tanta profesionalidad llevas trabajando! Te miraba y veía  sentado allí, rodeado de  autoridades, de tanta gente como te quiere, como te queremos y que llenábamos el precioso  salón de mosaicos del nuestro Alcázar de los Reyes Cristianos, y una especie de moviola me llevaba a tus años de niño en una escuela que no era ni para ti ni  para mí, ni para  niños que, con una mente no alienada a métodos tradicionales, resultaban molestos para maestros que solo manejaban tallas generales sin tener en cuenta, para nada, la individualidad y capacidad de alumnos que, desde  muy pequeñitos, apuntaban a un cambio radical en la enseñanza.
Pero tus valores, no obstante, prevalecieron en otros ámbitos y, prácticamente, como autodidacta, elegiste tu camino por el que, paso a paso, con la antorcha de la creatividad  siempre en alto sin dejarla decaer ni un solo instantes, llegaste, hace tiempo, lejos, muy lejos. Importantes premios nacionales de fotografía, premios internacionales de Infografías en el Diario Córdoba y hoy, tras un largo etcétera,  con esta maravillosa obra que, sin pasión alguna, reconozco que nos has sorprendido a todos, mi felicidad no tiene nombre.
Mi querido, queridísimo hijo: En la dedicatoria de esta obra  dices: Gracias a mis padres, Mariano e Isabel, pero sobre todo, gracias a mi madre que me supo educar en valores como la creatividad y motivación. ¡Claro que lloré y vuelvo a emocionarme cada vez que leo estas palabras o las oigo, de nuevo, el día de la presentación! Era mi fe en ti desde que empezaste a dar los primeros pasos, aunque confieso que no  pensé jamás que fueras consciente de ello.
Por eso, hoy, quiero decirte algo: Si es cierto que siempre te estimulé y valoré, el gran mérito es tuyo que supiste levantar vuelo y dejar atrás, sin complejos, sin prejuicios, los aparentes y grandes futuros que corrían y corren por esta sociedad en la que los “títulos” parecen ser la panacea que nos  aupará a la gloria. Tú, con trabajo, sueños y apuntado siempre alto, has logrado el mayor título que puede ostentar un ser humano: el de la autoestima y felicidad del esfuerzo sin apearse de la humildad y sencillez que siempre te ha caracterizado.
Soy, yo, pues, la que tengo que felicitarte, la que tengo que sentirme agradecida  por tantos  momentos de íntima felicidad como me haces vivir. No me cabe la menor duda   que papá, esté dónde esté, también te mira y sonríe orgulloso.
Y no puedo pasar por alto, la aportación de tu hermana Isabel María, como colofón de aquella preciosa presentación: poesías de las que es autora y cuadro flamenco que nos colmó de magia andaluza. 
Y nada más.  Creo que ya vas sabiendo cuánto te quiere tu madre.