MIS TESOROS

MIS TESOROS
ISA, RAMÓN Y BELÉN

lunes, 15 de junio de 2015

Gigantes y enanos

(Anécdota personal)
Queridos hijos: hoy quiero contaros una anécdota personal que me ha venido a la memoria  y que  ya escribí en Facebook. La he titulado Gigantes y enanos porque  así fue como  vi aquel pequeño episodio que a pesar de los años transcurridos me ha servido  para  no considerarme gigante ante nadie y ante nada; solo ante el necio.

Hacía días  que se venía anunciando la firma de ejemplares de un famoso escritor, cuyo nombre omito por razones éticas. Por aquel entonces  yo tenía publicada dos obras y me ilusionaba ser la primera en recibir la firma de aquel autor. Madrugué y nada más abrir las puertas del Corte Inglés me apresuré a buscar su obra. Pero allí estaba él, solo y rodeado de estanterías donde su obra aparecía amontonada. Al verlo me pareció tan gigante que me sentí  enana. 
No obstante, le eché valor y me dirigí hacia él. Lo saludé y quise decirle unas palabras, pero su atención y su mirada estaba fija en los posibles compradores que entraban y en los Medios de Comunicación que sin duda esperaba. Lo siento, señora –me cortó rápidamente-; no puedo atenderla.
Me alejé decepcionada y triste, pero a los dos pasos siguientes, me encontré con una familia en pleno de Alcolea donde yo en aquellos años ejercía. Me rodearon, abrazaron y su alegría al encontrarme era desbordante.  Un instante me volví a mirarlo; seguía solo. 
Fue en aquel momento cuando yo me sentí gigante y a él lo vi como un enanillo en busca de dinero y fama.
Así es, hijos. Hay muchos gigantes de humo que se desvanecen con  solo dos palabras.  Ante ellos, por pequeños que seamos, resultaremos auténticos titanes si nos importa más un ser humano que una cámara.




lunes, 8 de junio de 2015

Carta a mis hijos, tras mi accidente

                                           Esté dónde esté, siempre  os tengo en el recuerdo

Queridos hijos: sé, exactamente, lo que vais a pensar y decir por hacer pública esta carta, pero la razón de hacerlo, y de ello  podéis estar  seguros, no es otra que  proclamar  la bondad y grandeza de tantos otros hijos  de los que, con frecuencia se piensa, se dice  que no atienden suficientemente a sus padres. Por supuesto que los hay, pero  muy pocas veces  es motivo  de contar lo positivo, lo bueno y generoso de hijos como vosotros que si bien, los tres andáis siempre, y no llegáis, a vuestras muchas ocupaciones, en estos meses de mi accidente, os habéis turnado, cada cual cómo ha podido, pero  priorizando cada instante mi  asistencia y  renunciando a tiempos de ocio, incluso a necesidades familiares, Días y noches junto a mí sin reparar en nada y haciéndome  fácil lo difícil, divertido, lo dramático…
Gracias, mis queridos hijos. Es justo que así lo haga, a pesar de que puede que muchos padres piensen, y llevan razón, que es responsabilidad. Y ya sé que lo es pero hay muchas formas de cumplir con la susodicha responsabilidad, y vosotros la habéis asumido con tanto cariño, de forma tan generosa que en todo momento me habéis hecho creer que casi era un placer atenderme y me habéis obsequiado, complacido, incluso en lo que, sin yo pronunciar palabra, sabíais que eran mis costumbres y gustos.
Cuando murió papá, aquel tremendo día, y cuando todavía eráis niños, al oírme decir que me quedaba sola, Ramón exclamó, y era voz de los tres: nunca, nunca  vas a estar sola; estamos  nosotros. Es verdad que en todos estos años hemos convivido sin grandes problemas, porque,  entre otros motivos, siempre he tenido claro que los hijos deben  vivir su vida y no los podemos estar reclamando  constantemente para la nuestra y para cualquier cosa y mucho menos quejándonos y reprochándoles  su no constante presencia y atención, e incluso echándole en cara lo mucho que hemos hecho por ellos y que mal pago recibiremos, si esperábamos  que nos saldaran la deuda  por algo que no nos pidieron.
Lo importante es que estén ahí, como habéis estado vosotros, cuando de verdad os he necesitado, que sin reparar en sacrificio alguno os habéis excedido en todo y por todo.
Por eso, hoy, os doy las gracias de corazón. Sé que  quise ser la mejor madre, pero seguro que me equivoqué en mucho, pero de lo que no podéis dudar jamás es de que, tal vez mi mayor error fue quereros demasiado. Creo que no me arrepiento porque lo que yo no os exigí, con creces os lo ha exigido la vida y vuestra aceptación y respuesta  ha sido de diez,  en parte, creo también, precisamente por eso: no os faltó amor.
 Los hijos, mis hijos no han sido nunca una carga,  los hijos, mis hijos sí, son un gran regalo por el que doy gracias a Dios todos los días de mi vida.



 


 

lunes, 1 de junio de 2015

Luna, lunera

Queridos hijos, hoy, cumpleaños de papá, tan solo unas palabras y la belleza de esta luna llena al amanecer. 


Oigo la voz del  viento,
la voz del agua,
la voz de las estrellas...
Oigo voces de hombres
en mil paisajes perdidos
por el universo, y...
¡No te vayas, luna, lunera!

¡Por esta noche, acompáñame!