Buenos y felices días, amigos: hoy quiero empezar a escribir o transcribir textos amenos y relajantes que voy a titular "Lecturas de Verano". Espero os gusten.
EL ESPANTAPÁJAROS
Hoy he vuelto a ver un espantapájaros. Estaba en medio del lechugar del huerto de Lorencito. Era gracioso. Parecía un hombre de verdad, un hombre de palo: brazos erectos como si fueran aspas de una maltrecha cruz. Viejo sombrero de paja, que le caía tapándole un siniestro e inexistente rostro. Bufanda de cuadros rechinantes, que le llegaba hasta el suelo, y una haraposa chaqueta panda como la de un viejo payaso.
Había silencio en el huerto. Sólo el ruido del agua, al caer por los arcaduces de una noria chiquita que, lentamente, movía un borriquillo, dando vueltas con los ojos vendados. Resultaba agradable el olor de la tierra mojada por el riego de aquellos finos chorros de agua que corrían por los surcos.
Se notaba, en un preludio de primavera, el verdor de la hierba y el largo y anaranjado cielo de los atardeceres. Unos gorriones piaban inquietos en los cables del teléfono, en los árboles frutales, en los postes de la luz. Recelosos, no se fiaban de bajar al lechugar. Parecía como si todos a la vez, mirando al espantapájaros, se comunicaran: ¡cuidado! ¡Hay un hombre!
Si yo hubiese sido gorrión, también habría sentido miedo del hombrachón del sombrero: del espantapájaros.
Si los pájaros me hubiesen entendido, yo les habría gritado: ¡Si sólo es un palo vestido! ¡No temáis! ¡Podéis bajar tranquilos!
¡Cuántos "palos vestidos" andan por el mundo!, y ¿por qué a veces sentimos tanto miedo de ellos? No, no son gigantes. Su poder es tan efímero que un soplo de viento puede abatirlo. No obstante, ahí están: ¡Pobres demonios, olvidados de su careta y provisionalidad!
MIS TESOROS
viernes, 5 de julio de 2019
martes, 2 de julio de 2019
Carta a mis hijos
Para que nunca olvideis que un día fuisteis niños
DIARIO
CÓRDOBA / OPINÓN
CARTAS AL
VIENTO
Queridos
hijos
02/07/2019
En la madrugada de cada día, vosotros, hijos, primero,
hijos y nietos, después, mi mejor obra, estáis presentes, aquí, en esta
vuestra casa, como los niños que fuisteis, con vuestros juegos, peleíllas,
curiosidades, intereses, estudios, problemas... También como los adultos que
sois, hoy.
Os veo y un pensamiento me palpita en el alma: sí, tendréis que
madurar y ser sabios, a fuerza de golpes que casi siempre son duros para el
que los recibe, si bien, no solo duros, sino nocivos y germen de infelicidad
para quiénes los propician. Y es que los seres humanos, en general, se
olvidan de su provisionalidad y buscan, ansían, a cualquier precio, el poder,
el protagonismo, ahogando, en su absurda escalada, cualquier valor superior
que pueda ensombrecer su mediocre actuación en este gran teatro que es la
existencia.
De ahí que la mejor manera de alertaros, sobre tales usurpadores,
por si en algo podéis sacarle ventaja, sea ésta obra que hoy, con todo mi
amor, os quiero regalar, sí, esta sencilla obra de cartas, escritas al hilo
de los acontecimientos que vamos compartiendo y al hilo de lo que voy aprendiendo
de mi ya largo rodar, sacudida siempre por una corriente que, no obstante,
jamás logró arrastrarme, porque, en mi debilidad, tuve coraje de ser roca
que, golpeada duramente, solo fuera demolida por el inevitable oleaje del
mar; jamás por el chantaje, la mentira, la adulación…
No le tengáis miedo a
nada, ni tan siquiera a la muerte, si habéis vivido como lo que sois: seres
humanos. Tended vuestras manos a quienes las necesiten, sin mirar el color de
su piel o el nombre que ondea en su frente. Miradlos, sí, a los ojos y
encontraréis indescriptibles misterios: estáis en ellos y también aquel con
el que todos fuimos timbrados al nacer: vida y muerte.
Vuestra madre, un día
ya muy lejano, se miró en el espejo de otro ser humano, y eligió, como arma
para andar por la vida, amor para todos.
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