MIS TESOROS

MIS TESOROS
ISA, RAMÓN Y BELÉN

viernes, 5 de julio de 2019

El espantapájaros

Buenos y felices días, amigos: hoy quiero  empezar a escribir o transcribir textos amenos y  relajantes que voy a titular "Lecturas de Verano". Espero os gusten. 

 EL ESPANTAPÁJAROS
Hoy he vuelto a ver  un espantapájaros. Estaba en medio del lechugar del huerto de Lorencito. Era gracioso. Parecía un hombre de verdad, un hombre de palo: brazos erectos como si fueran  aspas de una maltrecha cruz. Viejo sombrero de paja, que le caía tapándole un siniestro e inexistente rostro. Bufanda de cuadros rechinantes, que le llegaba hasta el suelo, y una haraposa chaqueta panda como la de un  viejo payaso.
Había silencio en el huerto. Sólo el ruido del agua, al caer por los arcaduces de una noria chiquita que, lentamente, movía un borriquillo, dando vueltas con los ojos vendados. Resultaba agradable el olor de la tierra mojada por el riego de aquellos finos chorros de agua que corrían por los surcos.
Se notaba, en un preludio de primavera, el verdor de la hierba y el  largo y anaranjado cielo  de los atardeceres. Unos gorriones piaban inquietos en los cables del teléfono, en los árboles frutales,  en los postes de la luz.  Recelosos, no se fiaban de bajar al lechugar. Parecía como si todos a la vez, mirando al espantapájaros, se comunicaran: ¡cuidado! ¡Hay un hombre!
Si yo hubiese sido gorrión, también habría sentido miedo del hombrachón del sombrero: del espantapájaros.
Si los pájaros me hubiesen entendido, yo les habría gritado: ¡Si sólo es un palo vestido! ¡No temáis! ¡Podéis bajar tranquilos!

¡Cuántos "palos vestidos" andan por el mundo!, y ¿por qué a veces sentimos  tanto miedo de ellos? No, no son gigantes. Su poder es tan efímero que un soplo de viento puede abatirlo. No obstante, ahí están: ¡Pobres demonios, olvidados  de su careta y provisionalidad!

martes, 2 de julio de 2019

Carta a mis hijos



Para que nunca olvideis que un día fuisteis niños

DIARIO CÓRDOBA / OPINÓN

CARTAS AL VIENTO
Queridos hijos 
02/07/2019
En la madrugada de cada día, vosotros, hijos, primero, hijos y nietos, después, mi mejor obra, estáis presentes, aquí, en esta vuestra casa, como los niños que fuisteis, con vuestros juegos, peleíllas, curiosidades, intereses, estudios, problemas... También como los adultos que sois, hoy. 
Os veo y un pensamiento   me palpita en el alma: sí, tendréis que madurar y ser sabios, a fuerza de golpes que casi siempre son duros para el que los recibe, si bien, no solo duros, sino nocivos y germen de infelicidad para quiénes los propician. Y es que los seres humanos, en general, se olvidan de su provisionalidad y buscan, ansían, a cualquier precio, el poder, el protagonismo, ahogando, en su absurda escalada, cualquier valor superior que pueda ensombrecer su mediocre actuación en este gran teatro que es la existencia. 
De ahí que la mejor manera de alertaros, sobre tales usurpadores, por si en algo podéis sacarle ventaja, sea ésta obra que hoy, con todo mi amor, os quiero regalar, sí, esta sencilla obra de cartas, escritas al hilo de los acontecimientos que vamos compartiendo y al hilo de lo que voy aprendiendo de mi ya largo rodar, sacudida siempre por una corriente que, no obstante, jamás logró arrastrarme, porque, en mi debilidad, tuve coraje de ser roca que, golpeada duramente, solo fuera demolida por el inevitable oleaje del mar; jamás por el chantaje, la mentira, la adulación… 
No le tengáis miedo a nada, ni tan siquiera a la muerte, si habéis vivido como lo que sois: seres humanos. Tended vuestras manos a quienes las necesiten, sin mirar el color de su piel o el nombre que ondea en su frente. Miradlos, sí, a los ojos y encontraréis indescriptibles misterios: estáis en ellos y también aquel con el que todos fuimos timbrados al nacer: vida y muerte. 
Vuestra madre, un día ya muy lejano, se miró en el espejo de otro ser humano, y eligió, como arma para andar por la vida, amor para todos.


sábado, 15 de junio de 2019

Querido nieto Javier



Delante de mí, querido nieto, tengo tu foto de joven guapo, cariñoso, decidido, valiente... que desde hace años tienes un sueño: subir un día a los escenarios como gran profesional del cine y teatro. Para ello, empezaste, contra muchas voluntades, a estudiar Arte Dramático, aquí, en Córdoba, pero pronto comprendiste que tenías que dar un gran salto para conocer otros mundos, otras gentes, para lograr apertura, autonomía, para afianzar tu personalidad en tiempos tan complicados para abrirse cualquier camino de futuro.
Mirando tu foto, recuerdo una anécdota de tu infancia que nuca he podido olvidar. Fue un día de verano que llegué a tu piso mareada. Me dejé caer en un sillón, mientras tu madre, me preparaba un ligero desayuno. Allí, en medio del salón estabas tú, con casi dos añitos, sentado en una manta y rodeado de cochecitos. Te quedaste mirándome y en unos minutos te oí decir: toma abuela las pilas de mi coche y te las pones tú. 
Jamás, lindo mío, hubiera encontrado mejor remedio para todos los males del mundo: generosidad y amor. ¡Cómo te abracé! Nunca, nunca podre olvidar aquel gesto de un niño que hoy, tras veintidós años después, vuela lejos tras un sueño que esta abuela materializó en sus teatros con niños y mayores por los pueblos de nuestra Andalucía.
 Los sueños, vida mía, son como telones que hay que ir recorriendo con el riesgo de encontrar la nada o la satisfacción de encontrar una mano, pero siempre hay que seguir. Mi sueño, un día, lo sabes: ser maestra y ser escritora. ¡Cuántos escollos, tropiezos, envidias, desengaños, esfuerzos, etc!. pero al final, si no te rindes, un día te alzarás con la antorcha del gran triunfo personal que es lo único que te valdrá, porque el aplauso más verdadero y auténtico será el que te des a ti mismo.
Por eso, vuela alto, que nada ni nadie te contamine, te desvíe, te haga descender... ¡Tu estrella!, no la pierdas de vista que ella te guiará hasta el final y si en algún momento te sientes desfallecer, piensa que la abuela conserva aquellas mágicas pilas de tu cochecito que me hicieron casi resucitar y que esté dónde esté, cuenta con ellas que te las llevaré.

Te quiero muchísimo y mi mayor deseo es que aterrices y sigas siendo el joven austero, complaciente, reflexivo que has sido siempre. Un beso que te dure toda la espesa y larga andadura que te espera y que te renovaré cada día, mi lindo y querido Javier

lunes, 13 de mayo de 2019

Padecemos "ciática"



En este repentino calor, miremos el freco volar de las gaviotas


DIARIO CÓRDOBA / OPINIÓN
ISABELAGÜERA
Hace unos años sufrí una ciática de lo peor. No encontraba lugar dónde sentarme y estar medio cómoda. Hasta cinco sillones se me juntaron en el salón, más dos tresillos. Mis hijos, cojines por aquí, cojines y almohadas por allá, pero nada: más alto, más bajo, más derecho, menos ancho, etc. No había forma de estar sentada. Pero aquello pasó y de pronto caí en la cuenta de que todos los sillones me sobraban: no eran los sillones los que estaban mal, era yo.
Y me sirvió de reflexión porque, con toda normalidad creemos, y así lo expresamos, que está mal todo lo que nos rodea, y todo nos molesta, y lo criticamos y encontramos culpables, como encontraba yo defectos en cientos de sillones. No, no siempre es así: somos nosotros los que sufrimos «ciática» o algo parecido que nos suelta la lengua y cruzados de brazos exigimos soluciones caídas del cielo.
O sea, no es el mundo que nos rodea el que está mal: somos nosotros todos y cada uno, de forma que vayamos donde vayamos, hagamos lo que hagamos, mientras no tomemos las riendas de nuestra vida y le demos el giro necesario, ningún «sillón» nos va a resultar cómodo, nada nos va a mejorar por arte de magia, de lugar o de personas, porque no son los lugares, la gente que nos rodea la que tiene que reformarse, somos nosotros los que tenemos, individualmente, que corregirnos, renovarnos para que nos sintamos cómodos en el «trono» de la vida. Todo el mundo piensa que hay que cambiar el mundo, pero cuando pensamos en clave mundial, se nos antoja algo tan lejano y gigantesco a lo que nunca podríamos llegar con nuestros minúsculos esfuerzos.

Existen, no obstante, micro mundos que nos cercan y que ni tan siquiera vemos, ni tan siquiera conocemos o, sencillamente, miramos para otro lado. Cuando tenemos la oportunidad de mejorarnos o de mejorar cualquier situación -pobreza, injusticia, empatía, ayuda, etc-, y no lo hacemos, estamos mal gastando nuestro tiempo en la tierra, buscando, sin encontrar, dónde aposentarnos cómodamente; padecemos «ciática».

Si algo no te gusta, cámbialo. Si no lo logras, cambia tu actitud. -Maya Angelou, polifacética estadounidense-.


Carta a mi hijo Ramón



Mi querido hijo: Anoche me hiciste vivir uno de los días más felices de mi vida. Siempre  supe de tus muchos valores y capacidades, pero la verdad es que has llegado pronto muy lejos. Sí, por fin, a base de mucho trabajo en horas extras, de mucha constancia y sobre todo creatividad e ilusión, pudiste presentar tu obra Carruajes en el Alcázar de los Reyes Cristianos, una preciosa obra derroche de grandes  fotografías en color y de interesante información compartida con tu compañero Pineda. ¡Qué palabras las del excelentísimo señor Alcalde de Córdoba y las del Director del Diario Córdoba, donde  tantos años y con tanta profesionalidad llevas trabajando! Te miraba y veía  sentado allí, rodeado de  autoridades, de tanta gente como te quiere, como te queremos y que llenábamos el precioso  salón de mosaicos del nuestro Alcázar de los Reyes Cristianos, y una especie de moviola me llevaba a tus años de niño en una escuela que no era ni para ti ni  para mí, ni para  niños que, con una mente no alienada a métodos tradicionales, resultaban molestos para maestros que solo manejaban tallas generales sin tener en cuenta, para nada, la individualidad y capacidad de alumnos que, desde  muy pequeñitos, apuntaban a un cambio radical en la enseñanza.
Pero tus valores, no obstante, prevalecieron en otros ámbitos y, prácticamente, como autodidacta, elegiste tu camino por el que, paso a paso, con la antorcha de la creatividad  siempre en alto sin dejarla decaer ni un solo instantes, llegaste, hace tiempo, lejos, muy lejos. Importantes premios nacionales de fotografía, premios internacionales de Infografías en el Diario Córdoba y hoy, tras un largo etcétera,  con esta maravillosa obra que, sin pasión alguna, reconozco que nos has sorprendido a todos, mi felicidad no tiene nombre.
Mi querido, queridísimo hijo: En la dedicatoria de esta obra  dices: Gracias a mis padres, Mariano e Isabel, pero sobre todo, gracias a mi madre que me supo educar en valores como la creatividad y motivación. ¡Claro que lloré y vuelvo a emocionarme cada vez que leo estas palabras o las oigo, de nuevo, el día de la presentación! Era mi fe en ti desde que empezaste a dar los primeros pasos, aunque confieso que no  pensé jamás que fueras consciente de ello.
Por eso, hoy, quiero decirte algo: Si es cierto que siempre te estimulé y valoré, el gran mérito es tuyo que supiste levantar vuelo y dejar atrás, sin complejos, sin prejuicios, los aparentes y grandes futuros que corrían y corren por esta sociedad en la que los “títulos” parecen ser la panacea que nos  aupará a la gloria. Tú, con trabajo, sueños y apuntado siempre alto, has logrado el mayor título que puede ostentar un ser humano: el de la autoestima y felicidad del esfuerzo sin apearse de la humildad y sencillez que siempre te ha caracterizado.
Soy, yo, pues, la que tengo que felicitarte, la que tengo que sentirme agradecida  por tantos  momentos de íntima felicidad como me haces vivir. No me cabe la menor duda   que papá, esté dónde esté, también te mira y sonríe orgulloso.
Y no puedo pasar por alto, la aportación de tu hermana Isabel María, como colofón de aquella preciosa presentación: poesías de las que es autora y cuadro flamenco que nos colmó de magia andaluza. 
Y nada más.  Creo que ya vas sabiendo cuánto te quiere tu madre.


domingo, 21 de abril de 2019

Resurrección

Queridos hijos: deseo que seáis siempre capaces de crear y recrear cada día. 
Esa será vuestra  verdadera resurrección.

sábado, 23 de febrero de 2019

Micro-relato



Ya asoma la primavera

Dos compañeros de trabajo, hombre y mujer, en una reunión de empresa, discutieron. El hombre, en el fragor del altercado, ofendió gravemente a la mujer  que, por respuesta, y ante  la expectativa de todos, guardó  silencio.
Pasado algún tiempo,  y mediante carta, con numerosas faltas de ortografía, el hombre pidió ayuda a la mujer para un asunto familiar urgente: te lo ruego; me va mucho en ello –le decía. Enterados amigos de la mujer exclamaron: ¡es tu hora! Págale con la misma moneda; fue una ofensa grave e injustificada la que te hizo.
La mujer  dijo: no se trata de  “cobrar” sino de enseñar.   Y contestó al escrito del hombre accediendo con gusto  a su petición, pero procuró  que en su texto aparecieran  bien escritas las detectadas faltas de ortografía.

El hombre leyó y releyó satisfecho la carta de la mujer cayendo en la cuenta de cómo en la suya había descuidado sus ortografía. Se dijo: ¡vaya si puse faltas! ¡Qué prudencia la de esta mujer! También en aquella ocasión fue prudente. ¡Si señor! Merece mi respeto y sobre todo merece que no vuelva a equivocarme.

Queridos hijos, a veces es mejor morderse la lengua que  agredir con las mismas armas. Siempre habrá una oportunidad de  dar lección de buen hacer. No somos armas listas a disparar, somos seres humanos que nos equivocamos, pero también podemos rectificar. Propiciemos  que así sea.