MIS TESOROS

MIS TESOROS
ISA, RAMÓN Y BELÉN

viernes, 20 de enero de 2017

UNA GRAN FAMILIA


Hoy, queridos hijos y nietos, por el amor de dos personas 
-en este caso  papá y yo-
hoy somos una  gran familia.

jueves, 19 de enero de 2017

Para que conozcáis algo de historia

Buenos días, hijos: hoy, más temprano de lo habitual en mi cafetería, sola y rebobinando la historia de mi vida, he regresado a mi pueblo, Villa del Río, a los fríos inviernos de sabañones y heladas que dejaban la ropa tendida como rígido cartón.
Entrado ya el invierno la recogida de aceitunas era acontecimiento que cambiaba el paisaje del pueblo. En las mañanas, bien temprano, las cuadrillas de aceituneros, con sus  típicos atuendos, cruzaban   el pueblo camino de los tajos y regresaban a la caída de la tarde, cuando el vaho húmedo del Guadalquivir  reinaba ya en las calles y el silencio se entronizaba al calor de mesases camillas y braseros. 
No puedo dejar de recordar, y confieso que lo hago con nostalgia, las tardes que pasaba acompañando a mi abuela en su casa de mi misma calle. Sentada frente a ella, que permanecía soñolienta reliada en un gran manto negro, en la mesa  situada junto a la ventana, me gustaba escuchar el chasquido de los burros sobre las piedras de la calle, su alegre y humilde trotecillo, al arrear vociferante de los arrieros, camino de los molinos, Hileras de estos animales cargados de aceitunas dejaban tras sí un rastro sin igual de olores a tierra, aceitunas, molinos, aceite…
La noche llegaba pronto, y braseros en las puertas que  aventabas tufos y malos olores, y tabernas que concentraban a jornaleros, y el regreso del rosario entre velos, abrigos y prisas.
Y en las casas, cenas calientes, mientras se escuchaba la musical voz radiofónica de radio Andorra que, durante tiempo fue como lo más celebrado que se podía escuchar. Nunca olvidaré aquel anuncio de “Nori del borreguito”
En los fríos y húmedos inviernos, y dado que el único sistema de calefacción eran los braseros,  frecuentaban los piconeros que por las esquinas pregonaban de forma singular su mercancía consistente en picón en distintas variedades.
Su familiar soniquete, como el de otros pregoneros, era tan de diario que llegaba a escucharse como música callejera que siempre tenía eco en las necesidades caseras. “¡Al picúooo!” repetían poniendo el acento en la u, cosa que resuena esta madrugada fría en mis oídos, cuando el confor de sofisticadas  calefacciones es lo habitual ya de todos los hogares.

En aquellos braseros de picón eran muy frecuentes los tufos que exhalaban humo y mal olor por lo que eran muy frecuentes los sahumerios consistentes en echar al brasero puñaditos de alhucema  e incluso romero y azúcar que impregnaban el ambiente de una calidez inolvidable.
Es bueno conocer de dónde venimos para valorar  dónde estamos.

domingo, 1 de enero de 2017

Dónde está la felicidad

Queridos hijos: al comenzar un nuevo año, os quiero recordar, con un breve relato, el secreto  que precisamos para ser felices, a pesar de los sinsabores que nos depare la vida que serán muchos porque el vivir, como otras veces os he escrito o comentado, es una gran aventura, y las aventuras conllevan una variopinto  colección de sensaciones. A prended a vivirlas de la mejor manera posible sin que os resten para nada la felicidad  interior.
 os traiga  un relato muy breve que nos sirva para  reflexionar y opinar con  sinceridad.

Un hombre, ansioso de felicidad, la buscaba, la perseguía cada día en el dinero, en el poder, influencia, en la fama. Y rastreando, oprimiendo, sobornando..., andaba inquieto de acá para allá sin lograr acallar las mil voces de sus deseos.
Una mujer, serena, con una plácida sonrisa que no se apeaba de sus labios, reflejo inequívoco de su felicidad, era antigua amiga de la infancia juventud. 
El hombre y la mujer, tras mucho tiempo sin verse, se encontraron un día.
El hombre al verla, exclamó: ¡caramba que bien te veo! Pareces una mujer feliz.    ¿Cuál es tu secreto? Deseo la felicidad. La busco cada día pero, ¡qué perdida anda!

La mujer, serenamente contesto: ahí radica el secreto. Yo no salgo a buscarla; salgo a encontrarla y, ¡vaya si la encuentro!