MIS TESOROS

MIS TESOROS
ISA, RAMÓN Y BELÉN

sábado, 26 de septiembre de 2015

La luna para mis hijos



Queridos hijos: me ha emocionado ver a la luna esta madrugada. Era tal la belleza que, desde la terraza,quise cogerla para vosotros. Aquí la tenéis muy cerca de mi mano. 
¡Cuánto os quiero!

domingo, 20 de septiembre de 2015

carta a mi hija en su cumpleaños


 Mi querida hija Belén: fue también domingo aquel día de tu nacimiento, día que me sentí tan feliz que hubiera deseado que la noticia de tu nacimiento paralizara al mundo, que todas las campanas repicaran a gloria, que desplegaran sus pétalos todas las rosas, hubiera deseado  que se  hubiera detenido el sol, que las estrellas entonaran el Aleluya de Haendel y el universo entero lo hubiese escuchado y que tu nacimiento fuera la gran fiesta de aquel día.
No obstante, vida mía, en mis débiles brazos, que te acunaban estaban hechos realidad mis deseos y en mis besos la más bella canción de amor que jamás nadie hubiera podido entonar.
Hoy, como ayer, me siento feliz por tenerte y doy gracias a Dios por haberme dejado verte crecer y convertirte en la gran mujer que, en todos los sentidos, eres hoy.

Mi niña, mi gaviota, ¡vuela, vuela! Que no te alcancen las olas, que no te asuste  la tormenta...  ¡Vuela, alto, vuela..!  Las gaviotas jamás se ahogan en la tempestad,
¡mi juguetona, mi preciosa avecilla de los mares!
Camina, siembra, sueña, vive…!
Tus propias, alas, hija, tus propias alas:  ¡Ízalas  sin demora!
Que no pase esta mañana, que se detenga el crepúsculo, que no llegue la noche porque mi Belén cumple años y me faltan horas para mandarle besos, para desearle que cumpla muchos más sin dejar en blanco ni una sola página  de su maravillosa existencia que empezó un domingo sobre el mediodía.
Y como sigo siendo feliz, el mundo, el universo y yo te felicitamos con este Aleluya:


                                        


viernes, 4 de septiembre de 2015

Cuento: La pieza del puzzles

 Mis queridos hijos: un cuento muy breve pero que no precisa moraleja. Sé que lo entenderéis perfectamente.

La pieza más grande de un gigantesco puzles, desparramado sobre un tablero, le dijo  a una tan pequeña que apenas si se veía: ¡qué insignificante eres! Tu presencia en este  puzles es inexistente, hasta el punto de que no eres necesaria para nada.
La insignificante pieza nada contestó. Cerca del tablero, y por una ventana abierta, entró una ráfaga de viento que arrojó al suelo a la pequeña pieza. El dueño de aquel caprichoso puzles, un día y otro, iba encajando las piezas que había empezado  por la más grande que continuaba jactándose de la pequeña, perdida por el suelo. ¿Te has dado cuenta? –le decía- Empezó por mí. A ti ni te ha visto.
La pequeña pieza tampoco le contestó en esta ocasión. Sucedió que, cuando, pasados los días, el puzles estaba listo para ser terminado, aquel hombre, inquieto, cayó en la cuenta de que le faltaba la pieza pequeña para completarlo. ¡No puede ser! –se repetía- ¡Sin la pieza que falta esta obra está incompleta! ¡Tengo que buscarla, tengo que encontrarla para poder dormir y vivir tranquilo!
Y a fuerza de buscar dio con la pieza que seguía debajo del tablero. El hombre suspiró feliz: ¡Al fin la encontré! Una obra inacabada no vale nada.
Fue entonces, cuando la insignificante pieza habló y dijo: ¿te das cuenta hermana? Da igual ser el primero o el último, si contribuyes a que la obra sea perfecta.