MIS TESOROS

MIS TESOROS
ISA, RAMÓN Y BELÉN

sábado, 23 de febrero de 2019

Micro-relato



Ya asoma la primavera

Dos compañeros de trabajo, hombre y mujer, en una reunión de empresa, discutieron. El hombre, en el fragor del altercado, ofendió gravemente a la mujer  que, por respuesta, y ante  la expectativa de todos, guardó  silencio.
Pasado algún tiempo,  y mediante carta, con numerosas faltas de ortografía, el hombre pidió ayuda a la mujer para un asunto familiar urgente: te lo ruego; me va mucho en ello –le decía. Enterados amigos de la mujer exclamaron: ¡es tu hora! Págale con la misma moneda; fue una ofensa grave e injustificada la que te hizo.
La mujer  dijo: no se trata de  “cobrar” sino de enseñar.   Y contestó al escrito del hombre accediendo con gusto  a su petición, pero procuró  que en su texto aparecieran  bien escritas las detectadas faltas de ortografía.

El hombre leyó y releyó satisfecho la carta de la mujer cayendo en la cuenta de cómo en la suya había descuidado sus ortografía. Se dijo: ¡vaya si puse faltas! ¡Qué prudencia la de esta mujer! También en aquella ocasión fue prudente. ¡Si señor! Merece mi respeto y sobre todo merece que no vuelva a equivocarme.

Queridos hijos, a veces es mejor morderse la lengua que  agredir con las mismas armas. Siempre habrá una oportunidad de  dar lección de buen hacer. No somos armas listas a disparar, somos seres humanos que nos equivocamos, pero también podemos rectificar. Propiciemos  que así sea.

viernes, 8 de febrero de 2019

A VECES


A veces, papá, quiero seguir siendo la niña 
que se arrojaba a tu cuello y te comía a besos.
La niña que cobijada en tus palabras me sentía grande, valiosa, segura...
La niña que  deseaba acompañarte en los atardeceres de tus salidas al campo,
cuando en los trigales te perdías, acechado codornices, y yo en las lindes te esperaba, respirando la limpia tarde de aquellos campos de amapolas y margaritas.

A veces, mamá, quisiera seguir siendo aquella pequeña 
que se dormía en tus brazos entre mimos y caricias,
Aquella pequeña que buscaba tus blancas manos para besarlas y sentir la suavidad de tu piel de niña casi recién nacida.
Aquella pequeña que lloraba en soledad, cuando presentía tus ausencias..
Aquella pequeña que se acariciaba con  tus vestidos que eran olores a  rosas jazmines.

¿Pero, ¿soy mayor?  

Sí; he crecido: lo dice el espejo, lo dice el almanaque, lo dice la gente...,   pero no puedo evitar que algo de mí 
siga reclamando la ternura, las caricias, los cuidados, el amor
de mis años de niña.

Sí; he crecido pero tampoco puedo evitar que mucho de mí
siga siendo sueño, amor de primavera.
       
¿Tendré que crecer más?
¿Me lo podrá decir alguien sin engañarme?
Tampoco es que me importe tanto.
        ¡Yo no entiendo nada!

A veces soy miedo, inseguridad,
inquietud, sentimiento, deseo... 
A veces necesito caricias, besos... amor de verdad.

A veces, muchas, cada vez más, os necesito: papá, mamá.
  

martes, 5 de febrero de 2019

Paternidad Responsable

 DIARIO CÓDOBA / OPINIÓN



Siempre se ha dicho que los hijos nacen con un pan debajo del brazo pero, visto lo visto, y leído y escuchado, hace unos días, entre amigos, lo que se impone en estos tiempos es traer hijos al mundo, sin pan alguno, programando, por parte de los padres, presupuestando, manejando cifras, con anterioridad: crianza, estudios, carreras, futuro, gastos de los tiempos, festividades y celebraciones, etc. etc. O sea, un estudio detallado, un presupuesto perfecto para saber por cuánto les va a salir un hijo, concluyendo que por un ojo de la cara, luego, mejor actuar con responsabilidad y proclamar la paternidad responsable. ¡Claro! La primera pregunta que me asalta acerca del tema es la siguiente: ¿es que, acaso, mis padres, por ejemplo, no se responsabilizaron de los ocho hijos que tuvieron? Por supuesto que sí y además de uno por uno, dándonos educación, amor, cuidados, enseñanzas, alimentos, y todo lo básico, etc., en años de grandes carencias de todo y para todo. ¿Cuál era el secreto? Pues, eso, paternidad responsable de hijos nacidos por amor, lo que conllevaba para los padres grandes privaciones, sacrificios, dedicación, atención, responsabilidad... Hoy día, ese lugar, del que habla el Principito, en el corazón de los padres, no puede existir porque está ocupado por un buen piso, el mejor coche, comidas, que hay que ver con cuánto tiempo hay que reservar en los restaurantes, ocupado por viajes, los mejores televisores, artilugios, celebraciones, amigos, etc. Un hijo resulta caro, si tenemos en cuenta la parafernalia de bautizos, primeras comuniones, cumpleaños, móviles, ordenadores, plays, clases hasta para dormir, libros... ¡Uf, que barbaridad de gastos! No, no puede ser traer hijos al mundo en estos tiempos; resultan muy caros. ¡Ay, queridos padres! Nos hemos convertidos en sibaritas, comodones hedonistas con el pretexto de lo caros que son los hijos, y no niego que haya casos más que justificados, pero en mi experiencia de hijos, en tiempos también difíciles, proclamo que lo más bello que tengo en la vida y no tiene precio, son mis hijos, porque los hijos de todos los tiempos, lo que necesitan, lo que piden es amor. Todo lo demás son ofertas, excusas nuestras en la mayoría de los casos.