Ya asoma la primavera
Dos compañeros de trabajo, hombre y mujer, en una reunión de empresa, discutieron. El hombre, en el fragor del altercado, ofendió gravemente a la mujer que, por respuesta, y ante la expectativa de todos, guardó silencio.
Pasado algún tiempo,
y mediante carta, con numerosas faltas de ortografía, el hombre pidió
ayuda a la mujer para un asunto familiar urgente: te lo ruego; me va mucho en
ello –le decía. Enterados amigos de la mujer exclamaron: ¡es tu hora! Págale
con la misma moneda; fue una ofensa grave e injustificada la que te hizo.
La mujer dijo:
no se trata de “cobrar” sino de
enseñar. Y contestó al escrito del
hombre accediendo con gusto a su
petición, pero procuró que en su texto
aparecieran bien escritas las detectadas
faltas de ortografía.
El hombre leyó y releyó satisfecho la carta de la
mujer cayendo en la cuenta de cómo en la suya había descuidado sus ortografía.
Se dijo: ¡vaya si puse faltas! ¡Qué prudencia la de esta mujer! También en
aquella ocasión fue prudente. ¡Si señor! Merece mi respeto y sobre todo merece
que no vuelva a equivocarme.
Queridos hijos, a veces es mejor morderse la lengua que agredir con las mismas armas. Siempre habrá una oportunidad de dar lección de buen hacer. No somos armas listas a disparar, somos seres humanos que nos equivocamos, pero también podemos rectificar. Propiciemos que así sea.