Queridos hijos: Este amanecer de luna llena me ha situado al límite de la eternidad.
¡Qué belleza! Solo hace falta mirar y ver.
¡Ojalá tengáis siempre ojos para las maravillas que nos regala la vida
y que puede que no sean, precisamente, las que deseamos.
No hay más, queridos hijos; no las dejéis pasar.
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