Queridos hijos: Hoy quiero compartir con vosotros este artículo porque no me gustaría que os dejaseis llevar por noticias, comentarios, fruto de poca sensibilidad hacia el árbol caído del que jamás hay que hacer leña.
DIARIO CÓRDOBA/OPINIÓN
28/4/2015
Tras contar a los alumnos la historia de David y Goliat,
una niña me preguntaba: ¿y por qué era gigante? ¿y por qué era malo? ¿y por qué
lo mataron? ¿y por qué sus amigos no lo defendieron?
Hoy, cuando el escándalo Rato copa medios, corros y corrillos,
las preguntas de aquella niña me crecen y se me multiplican. No creo que
alguien pueda interpretar este artículo ni de político, ni mucho menos como
justificación de un delito, pero dadas por descontadas estas obviedades, quiero
hacer en voz alta una reflexión acerca de tan lógicas interrogantes: ¿quién le
dio a este señor tanto poder y no lo vigiló? ¿Y por qué hoy lo abandonan sus
amigos e incluso hacen leña, astillas de este Goliat caído?
Preguntas muchas que, por supuesto, casi todos podemos contestarnos
e incluso condenar al fuego eterno, pero hay algo que sí me toca las fibras más
sensibles: soy hombre, mujer y nada humano me es ajeno ni por bueno ni por
malo. Hay una frase de un escritor mexicano que dice: Cada ser humano es un
ritmo propio en el universo, frase que viene a decir otra que me resulta
increíblemente bella: Cada uno de los átomos de carbono que componen el cuerpo
de las personas y el nuestro se formó en el corazón de una estrella.
No puedo afirmar ni negar lo que puede haber de cierto o
de poético en esto, pero realmente me siento hermanada con cada pequeña
estrella que luce en el universo.
Y es por ello que no me alegro, ni brindo con champán con
las desgracias de alguien y las súper repetidas imágenes de este señor,
llamando en el portero de su casa, rodeado, acosado, insultado, humillado... me
emocionan y sé qué difícil puede ser entenderme.
Todo delincuente merece un
juicio y una condena ejemplarizante, pero todo delincuente sigue siendo un ser
humano, una tal vez muy pequeña estrella. que podemos apagar definitivamente en
ese universo de todos, con nuestros impulsos ciegos de odio y deseo de
venganza.
Sí, yo también odio el delito pero compadezco al delincuente.
¡Ojala, mis queridísimos hijos,al menos vosotros, me entendáis! Os quiero.
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