MIS TESOROS

MIS TESOROS
ISA, RAMÓN Y BELÉN

miércoles, 1 de abril de 2015

Perder la fe

 Mis queridos hijos que andáis estos días  de vacaciones, a veces me comentáis  cosas acerca de Dios y de la fe no coincidentes, precisamente, conmigo. No por eso  me siento mal, ¡ni mucho menos! Creo que habéis aprendido lo principal: el respeto y en parte, amor, por las personas. No obstante os quiero contar una experiencia.


Una mujer, no más de cuarenta años,  me comentaba,  a raíz de la súbita muerte de su marido, cómo su fe en Dios se había ido al traste.
Me repetía la consabida cantinela:  Si Dios es pa­dre, ¿cómo permite estas cosas? 
En­tiendo esta reacción, si bien no la comparto: ningún evento personal, por doloroso que haya sido, para nada ha influido en mi fe y creencias. Muy por el contrario me ha servido para intensificar  ese caudal de vivencias que va enriqueciendo y haciendo fecunda nuestra madurez en algo tan complejo como es la fe.
Mi pobre opinión es que a Dios, nosotros no podemos enten­derlo y mucho menos juzgarlo y con­denarlo culpable de cuantos males o bienes suceden en el mundo.
Para mí esa visión de Dios sería, infantil y ab­surda, porque conllevaría la creencia en un Dios hecho  a nuestro capricho. ¡Vaya, el genio de la lámpara maravi­llosa!
Y es verdad que con un Dios  a quien cargar  con la responsabilidad de todas nuestras  buenas o malas vicisitudes se vive mejor, porque, si Dios lo quiere, si Dios lo permite... aquí estamos no­sotros para acatar su santa voluntad.
 Hay un proverbio chino que dice que cada uno interpreta, a su manera,  la música de los cielos, y eso es  así en cualquier idioma, y la verdad es que resulta más cómodo y consolador pen­sar que ¡nada menos que Dios! es quien dictamina si debe tocarnos la lo­tería o atropellarnos un coche.
Para mí, la música de los cielos dejó de ser, ¡ha muchos años! la mano eje­cutora de un Dio tan limitada y ab­surda como lo es la nuestra. Y mi fe no se tambalea por ningún aconteci­miento, porque está basada  en un  Dios que, incesantemente, busco en la certeza de que, aún sin comprenderlo, está en mi vida, como está el fresco de este amanecer o como está  la fragan­cia de mi dama de noche ya en flor
La fe no se pierde ni se gana.
La fe es una actitud de constante interrogante que nadie jamás ha logrado despejar.
Si alguien dice que la ha perdido, es que jamás se preguntó nada. 
Os quiero muchísimo y os felicito y me felicito por ser tan excelentes personas. 


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