MIS TESOROS

MIS TESOROS
ISA, RAMÓN Y BELÉN

miércoles, 1 de abril de 2015

Recuerdos

¿Recordáis  aquellos  veranos de  vacaciones en  en el camping? ¡Qué bien lo pasábamos! Hoy  quiero contaros   bonitos recuerdos de aquellos días en los que erais muy niños y aunque hablara de ella, seguro que no recordáis. 



Entre las  rocas apareció un pequeño de pelo rubio, ojos azules y tez curtida. Entre sus manos, una gran caracola. "Si quiere s- dijo -,  te la doy; dentro se oye el mar.
Pasaron los días. El pequeño de la caracola no regresó jamás. No pude conocer su nombre, ni apenas su voz. Sólo, eso sí, aquellos ojos de aguas marinas y aquella piel  negra de soles
¡Qué blancos caminos trazabas la luna llena ante mi vista, en la noche maga del mar! ¡Dame la mano, luna! -repetía-Tengo miedo. Infinito vértigo de mi nada... 
Y llegaba la voz  de papá, latido fuerte  en el pulso de aquella hora  de interrogantes, de du­das.., como susurro que trocaba mi soledad en remanso donde amainaban mis miedos existenciales. “No, no es­tás sola; cuenta,  siempre conmigo -me repetía.
Y las gaviotas reposaban en el si­lencio de la playa al amanecer. Y de vez en cuando, un arrullo casi metá­lico, perezoso  que, en instantes, se  tornaba vuelo  blanco sobre el azul radiante del mar.
¿Quién sería aquel lisiado que cada mañana, codo a codo, sorbo a sorbo, compartía mi desayuno en tenso si­lencio que sólo era voz para repetir, “¡buen día!”  ?  Una mañana faltó. Su sillón, allí, junto al mío, estaba vació. Lo buscaban mis ojos, lo buscaba mi alma... ¡qué sola desayuné aquel día
También la voz del  viejecito del es­calón, compartido en medio de traiñas allá en el puerto. “Soy de adentro” - decía.
 Y su voz se perdía en un camino de nostalgias sin retorno.  Y la voz de la prensa que un mal día me soliviantó: La muerte de un  entrañable amigo.
Y un minuto de silencio, una lágrima en el barullo de la playa a las doce de la mañana.

¡Cuántas voces de verano que se es­fumaron como la espuma de las olas en la playa! Tengo sí, la caracola, pero no las  oigo. Fueron y se perdieron para siempre. ¿Y el mar? El mar sí, el mar sigue, me lo dijo el niño, y es por eso que voces nuevas tornarán a mis oídos nostálgicos, hoy. La luna también si­gue.

No hay comentarios:

Publicar un comentario